Dame una vara -dijo la severidad -y yo haré que la mente plana se vuelva alta como las montañas y profunda como el océano.
El corazón no dijo nada, pero en el fondo sabía que a la fórmula del maestro severo le faltaba sentimiento y haría falta mucha suerte para que de aquella monstruosidad saliera algo más que montañas devastadas y océanos vacíos de contenido.
Alfredo Gil Pérez 06/03/2013
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